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domingo, 20 de septiembre de 2020

#EscritordeBarrio: Sobre un día en el banco en época de contingencia

 

A ese que llega y pregunta: "¿Esta es la fila para el banco?", dan ganas de decirle: "No cabrón, qué crees que coincidió que a las siete de la mañana, con el frío y todo, tres personas nos sentamos aquí, una a leer, otra a ver el celular y una más pa' ver el amanecer mientras se toma su atole... Mira, ella hasta se trajo su banquito". El mexicano es tan curioso que hasta en una fila para el banco le brota el folclor y ni cómo negar la cruz de su parroquia.

Hasta en cuarentena los horarios de la Ciudad son estrujantes, y por eso varios hacemos espera hasta de dos horas para ser de los primeros en maniobrar con los pocos centavos que nos da la vida. No falta el vivo que se hace el desentendido y como cuando llega, aunque sigue siendo temprano, ya se armó una fila como de veinte personas, pues él, quién quita, arma del otro lado su propia cola a ver si es chicle y pega. Al rato va a llegar una trabajadora del banco para decirle que ha fallado, pero pues él hizo su intento. Está el paranoico que entre las páginas de una TV Notas trae un chequesito que va a cambiar; cada cinco minutos abre la revista y revisa que, en efecto, siga ahí su pedazo de papel que no valdrá más de 3 mil pesos: "¡Para ya de revisar, cabrón, ¿a dónde se va a ir tu pinche cheque sí ahí lo tienes?!", dan ganas de decirle porque lo pone a uno de nervios. De pronto se acerca el "tierno" viejecito que como ya ve mucha gente, hasta cojea más y con ojo escrupuloso, tantea a ver quién será él o la más bondadosa para dejarle el lugar: "Es que es rápido a lo que vengo", exclama tratando de dar tristeza; esa táctica a veces jala, otras no: es difícil ceder un bien inmaterial tan preciado como un lugar de dos horas de espera...


... ¿Por qué nunca falta un cabrón que grita cuando habla por teléfono?, hermano, ya sabemos que eres abogado, qué bueno que tienes trabajo, no hay necesidad. En su cama aún, hay uno pensando en esa fila pero como no alcanzó a despertarse, ya mejor irá mañana. Nomas por las caras, aún varias medio cubiertas con cubrebocas, se sabe a qué viene cada uno: ese de la playera de 'Metálica' hasta sonríe de que trae a su papá, ya adulto mayor, pa' chingarle algo de su pensión; aquel está triste porque le toca pagarle al SAT; esta de al lado también contribuye al Estado pero pagando la luz; aquella se siente orgullosa porque es el segundo mes que retira las ganancias mensuales que le dejó el divorcio, y una más está cabizbaja pero esa ni hará movimientos bancarios, es la de las tortas y los atoles que nomás ha vendido uno y lleva aquí desde las seis y media de la mañana, de hecho, fue la primera en llegar...


Corolario: Y la fila no fue de dos, sino de tres horas porque por la contingencia, los bancos abren a las diez: ni hablar, uno de los males menores que deja el Covid-19. Hay quienes llegan a las 9:30 y se ponen tristes, van hasta el final de la cola y se resignan al saber que su mañana ya la perdieron. A la primera persona que llegó, antes incluso que amaneciera, el banco debería pagarle sueldo porque da más información que los propios ejecutivos; no son pocos los que: "Señorita, ¿aquí es para ventanillas?", "¿No sabe a qué hora abren?", "Oiga, ¿y usté a 'quihoras' llegó?". Conforme avanza la mañana, más no la fila, en la entrada del banco se 'arrejunta' la gente porque ya se armaron dos hileras: unos necios, pero necios con ganas que no se pararon temprano pero quieren pasar rápido y otros que dicen, alzando las cejas: "es que soy 'prayoriti'"; "¡uy, disculpe usted, monsieur!, no sabía que era tan importante, pásele por favor y no deje de saludarme al diputado, ora que lo vea". Unos se enojan porque tal o cual pasó primero, "es que yo llegué más temprano y no se vale"; al final, México es así, arbitrario. Ya que pasa uno a manipular sus centavos, da lo mismo que la gente afuera sigue de aferrada con su doble fila o ignorando las reglas del banco y hasta las de Sana Distancia, porque temprano todos a medio metro y ya que abren, andan discutiendo a centímetros... Lo que uno quiere, después de todo, es largarse para ir, seguramente, a algún sitio igual de insufrible.


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El sinsentido de nominar a Trump como Premio Nobel de la Paz


Por Miguel Alejandro Rivera

Hace algunas semanas, quizás como estrategia de campaña política de cara a las elecciones presidenciales de noviembre, tal vez por una real idea de un político en Noruega, se sugirió que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, podría llegar a ganar el Premio Nobel de la Paz.

“Creo que ha hecho más para tratar de crear paz entre naciones que la mayoría de nominados”, dijo quien propuso a Trump para el Nobel, el político noruego Christian Tybring-Gjedde, miembro del parlamento de su país, en entrevista con Fox News.

Según la explicación del noruego, que circuló en medios internacionales, Trump merece el premio por impulsar el acuerdo alcanzado entre Israel y Emiratos Árabes Unidos. “Como se espera que otros países de Medio Oriente sigan los pasos de Emiratos, este acuerdo puede cambiar el tablero y hacer que sea una región de cooperación y prosperidad”, argumentó. Asimismo, se dijo que Trump no ha iniciado ninguna guerra ni ha enviado tropas a un conflicto armado, en contraposición con sus predecesores, como el propio Barack Obama que ganó el Nobel.

Qué increíble sinsentido: nominar a un hombre para un premio de paz sólo porque no ha hecho la guerra. ¿Nadie se da cuenta de lo terrible que ha sido la política estadounidense, basada en sus añejas doctrinas, que ahora resulta, un sujeto merecería reconocimiento por el hecho de no asesinar, de no bombardear, de no enviar a miles de hombres para masacrar a otro montón de seres humanos? Es como sentirse orgulloso de no ir a la cárcel por no ser un criminal, como si respetar al Otro no fuera nuestra obligación.

En 2018, Trump ya había sido propuesto para el Nobel por el propio Tybring-Gjedde, por “su ideología vigorosa de la paz, que usa como un arma de disuasión contra el islam radical, ISIS, Irán nuclear y China comunista”, según la carta que recibió el director del Instituto de Investigación sobre la Paz de Oslo. Además, se reconoció la cumbre del presidente con el dictador norcoreano Kim Jong-un en Singapur, la cual terminó sin acuerdos.

¿Y en el caso de Irán, qué pasó después? Que el mismo Trump abandonó el Plan de Acción Conjunto y Completo, acuerdo con el que las potencias (Reino Unido, Alemania, Francia, China y Rusia) mantienen tratos de que Irán no aumente su capacidad nuclear a cambio de disminuir las sanciones económicas contra el país persa.

Otro sinsentido en el mundo moderno: las potencias toman como rehén la capacidad energética de un país no occidental para invitarle, más o menos, al concierto de las naciones y sus pactos financieros, algo a lo que en realidad están obligados, debido a que por el estrecho de Ormuz, reducido espacio que conecta el Golfo Pérsico con el Océano Índico, es por donde pasa cada día más del 30 por ciento de la producción mundial de petróleo .

 Irán llegó a almacenar más de 8 mil kilos de uranio enriquecido al 3,5 por ciento. Según la BBC, para desarrollar armas nucleares es necesario que el uranio 235 esté enriquecido al menos al 90 por ciento. Pero justo cuando la economía iraní tomaba cursos positivos, otra vez, Estados Unidos, la nación que en 1945 destruyó Hiroshima y Nagasaki, asedia a un país que jamás ha lanzado una bomba con potencial nuclear.

 Y ya que estamos parados en Medio Oriente, hablemos del papel que tiene Palestina en el Plan de Paz de Trump: el reconocimiento de la nación palestina como Estado y su capital en Jerusalén del Este. ¿No el mismo Trump socavó la política de Palestina al trasladar la embajada de los Estados Unidos en Israel a Jerusalén y asegurar que el país judío tenía derecho a marcarla como su capital?

Tras el anuncio del Plan de Paz de la Casa Blanca, el presidente palestino Mahmoud Abbas lo calificó como una "conspiración" y dijo que los derechos de su pueblo "no están en venta". "Les digo a Trump y Netanyahu: Jerusalén no está a la venta, todos nuestros derechos no están a la venta ni a cambio de una ganga. Y su acuerdo, esta conspiración, no pasará", dijo Abbas en un discurso televisado en la ciudad de Ramala.

 Los palestinos han perdido más del 90 por ciento de su territorio desde la ocupación británica de 1917: su agua, sus recursos energéticos, sus árboles, Palestina ha vivido una suerte de balcanización en su propia tierra que ha partido su intento de país en no más que fragmentos acosados por Israel, el bastión de los Estados Unidos en Medio Oriente.



 ¿Y es Donald Trump quien merece un premio que enaltece las labores por la paz? Con tristeza, es evidente que ciertos galardones son sólo artefactos políticos más que una cuestión de meritocracia. Que alguien haga algo por Palestina, por el Kurdistán, por los afroamericanos que mueren a manos de la policía en Estados Unidos: ¿cómo un presidente puede estar siquiera nominado a un premio por la paz, cuando en su país miles se levantan en contra del racismo institucional que él mismo parece alentar en su discurso nacionalista?



El averno de los escombros, ¿cómo vivir en paz después del terremoto?

Por Miguel Alejandro Rivera 

 

— ¡¿Hay alguien ahí?!… ¡¿Hay alguien ahí?!… ¡Eh, silencio todos para poder escuchar!… ¡¿Si no puedes gritar por favor pega?!…— dice alguien ante un agujero entre los escombros en las calles de Bolívar y Chimalpopoca, en la zona Centro de la Ciudad… “Pum”.

 

— Oye, se siente que pegan, sí se siente que pegan, esta columna vibra, mira siente…

— ¡¿Cuántas personas hay ahí, pega las veces de personas que haya?!… … …— Pum, pum. —¡Hay dos… guarda la calma, respira tranquilo, te vamos a sacar!…

 

El pasado martes 19 de septiembre, fecha incómoda para los mexicanos, un sismo de 7.1 grados Richter sacudió la Ciudad de México y los estados de Morelos, Puebla, Oaxaca, Chiapas y Guerrero; sin embargo, esta vez, a diferencia del terremoto del 7 de septiembre, la capital del país fue la más afectada, como aquel 19 de septiembre pero de 1985.

Han pasado 32 años pero el recuerdo sigue ahí, intacto; por eso cuando por la radio, en las redes sociales de internet o en la televisión la gente se entera de que los edificios caen uno tras otro en la Ciudad de México, renacen las ganas, esa necesidad de correr y levantar los escombros con la esperanza de salvar a aquellos que no pudieron escapar.

 

Las zonas de desastre son impresionantes: piedra sobre piedra, sobre madera sobre basura, sobre telas, sobre más piedra y la gente que está cerca de los escombros se mira pequeñita; entonces uno piensa: “Carajo, ¿cuánto hay que quitar para llegar a una persona atrapada si los escombros son enormes?”.

 

Por eso todos saben que no hay tiempo que perder y a golpear las rocas, a picar piedra, levantar cascajo, luchar contra los escombros que se han convertido en el mayor enemigo de aquellos que corrieron pero no llegaron a la puerta; entonces uno vuelve a pensar: “¿Qué necesidad de vivir en edificios tan grandes, del culto a las ciudades, de apelmazarnos tanto en algunos lugares que tenemos que construir hacia arriba?, ¿Por qué hemos caído en la trampa de los edificios enormes que nos resguardan del viento, de la lluvia, atemperados con aire acondicionado para salvarnos del calor; construcciones monumentales que el día en que la tierra quiso acomodarse se convirtieron en la prisión de cientos de personas?”.

 

Golpe, tras golpe, tras golpe, tras golpe y nada: puros hoyos, puro polvo, puro cascajo y los voluntarios, rescatistas, paramédicos, junto con el Ejército, la Marina, la policía local y protección civil saben que se vienen días largos, pesados. Golpe, tras golpe, tras golpe y por fin se escuchan voces de entre los escombros, y los cientos de personas en la zona de desastre se encienden, y todos pegan con toda la energía recobrada por el hallazgo de vida, la adrenalina sube y los brazos adquieren poder: pum, pum, pum… “¡Rápido, una camilla!”… Y sale un sobreviviente, el júbilo es indescriptible: “¡Sí se puede, sí se puede!” gritan cientos de voces por un instante y paran, porque otra vez, hay que pegar de nuevo, hay que rascar de nuevo, vamos por otra vida.

 

Las manos duelen, los hombros apenas levantan el cascajo, las piernas flaquean, los ojos lloran, no por la tristeza, sino por el polvo que es insoportable: no es momento para dejarse llevar por el desánimo, ahora no, es tiempo de entender que si no eres médico, arquitecto o rescatista profesional, te has convertido en una máquina de carga; lo que en este momento sirve es tu fuerza, tu ingenio, tu capacidad física, nada más.

 

No falta a quien se le ocurre tomar fotografías, video, hasta una selfie justo en la zona de desastre, y claro, la gente se enoja, porque no es un lugar turístico, porque hay gente metiéndose en los escombros, arriesgando la vida para salvar otra que lleva horas extinguiéndose en la oscuridad de las ruinas. No es tiempo para el morbo, no hay cabida para el protagonismo; hoy incluso los periodistas, los fotógrafos, deben entender que su fuente es alguien que se tambalea entre la vida y la muerte y que si no levantan una piedra para rescatarlo, entonces su presencia ahí es inútil.

 

Entrar a los escombros es como entrar al averno y nadie que se asome a esa oscuridad sale ileso, porque ahora cada que cierras los ojos miras todo otra vez: las piedras apiladas sin regalar una salida, los golpes de la gente atrapada que anhela ver la luz una vez más, los cuerpos que salieron de ahí cubiertos por una sábana blanca porque no lograron resistir… Y sueñas con terremotos, y de pronto te mareas y sientes que tiembla de nuevo, y el corazón se destruye cuando sabes que hay personas que llevan horas en la penumbra, angustiadas, sedientas, pensando en que están a punto de morir. ¿Cómo vivir en paz cuando la tragedia del Otro ya penetró tan adentro, cómo seguir viviendo con esa marca en el espíritu?



lunes, 14 de septiembre de 2020

Las Narraciones del México Profundo, con la Brigada para Leer en Libertad

Un recuerdo no se le niega a nadie, y lo más hermoso de las Narraciones del México Profundo, ha sido compartir mis cuentos con la audiencia. Este video es de la primera vez que estuvimos con la Brigada... por fortuna, la primera de muchas...

https://www.youtube.com/watch?v=Wlt7UTPKK1s&t=59s 



El temible 9/11; a 47 años del golpe contra Salvador Allende


Por Miguel Alejandro Rivera

Qué curioso pueblo el chileno que da y al que le quitan. Rebelde parece por naturaleza y será por eso que sobre él cayó el peso de la escuela de Chicago, del neoliberalismo, la necesidad del imperio por hacerlos un experimento social para expandir los resultados por toda América Latina. En 2019 los jóvenes en Chile alzaron la voz, hartos de pagar su educación, de las tarifas inalcanzables, de ser víctimas del crédito. Con sus manifestaciones, nos recordaron al viejo de los anteojos, al socialista demócrata, a Salvador Allende.

El 4 de noviembre de 1970, Salvador Allende ascendió a la presidencia de Chile en un escenario casi impensable: país sudamericano que votaba por un proyecto abiertamente socialista, en un mundo helado por la Guerra Fría. ¡¿Cómo se atrevía aquel hombre a retar los intereses de los Estados Unidos, y en su continente!?

Salvador Allende lanzó un reto directo al imperio estadounidense y cuestionamientos, claro, contra sus conocidas doctrinas: la Monroe, con la clásica frase “América para los americanos”, y la Roosevelt o “El Gran Garrote”, que explicaba: “habla suavemente y lleva un gran garrote, así llegarás lejos”, en referencia a la militarización del continente americano.

Para el líder chileno esto no fue un problema, y liderando a los partidos Socialista y Comunista de Chile, ganó de forma democrática con un 36 por ciento de los votos, apenas arriba de Jorge Alessandri, descendiente de una estirpe de políticos chilenos que habían ostentando el poder en épocas anteriores.

El gobierno de Allende, que enarboló las intenciones de la llamada Unidad Popular, mejoró el reparto agrario, la nacionalización del cobre, la de algunas empresas, los programas sociales de nutrición, salud y educación, entre otras garantías que hicieron que en las elecciones de 1973, Allende logrará lo que no pudo obtener en el 70: la mayoría en el Congreso.

Y como imperialismo estadounidense no podía permitirse tener al enemigo en su territorio, se decidió echar mano de la doctrina del “Gran Garrote”, por lo que extendieron su poder a través de algunos militares detractores del gobierno, de entre los cuales resalta el nombre de Augusto Pinochet.

Fue entonces que el 11 de septiembre de 1973, la junta golpista ataca al Palacio de la Moneda, desde donde el propio Salvador Allende enuncia un histórico discurso por la radio, del cual se rescatan frases inmortales como:

“Pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser cegada definitivamente”.

“No daré un paso atrás. Y que lo sepan: dejaré La Moneda cuando cumpla el mandato que el pueblo me diera”.

“Tienen la fuerza. Podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.

“Trabajadores de mi Patria, quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que solo fue intérprete de grandes anhelos de justicia”…

Y todo esto, Allende lo dijo minutos antes de suicidarse con un tiro en la cabeza porque seguro tenía en la mente que morir de pie siempre será mejor que vivir arrodillado.

De ahí comienza un régimen sanguinario comandado por el propio Pinochet, caracterizado por la desaparición de miles de opositores, políticos, jóvenes socialistas y ciudadanos en general.

En 2011, la Comisión Valech que recibió e investigó nuevas denuncias en aquel tiempo, de violaciones a los derechos humanos cometidas por agentes del Estado en la dictadura del general Augusto Pinochet entregó un informe de 60 páginas al entonces presidente chileno Sebastián Piñera que incorporó otras 9 mil 800 víctimas y 30 casos de personas desaparecidas o ejecutadas, las cuales se agregan a las que ya habían sido calificadas con anterioridad. La Moneda dio escasa visibilidad al tema, mientras que las organizaciones de las víctimas criticaron el alto número de denuncias que fueron rechazadas por la comisión, más de 22 mil, informó el diario El País.

“Esperamos que este informe de la comisión contribuya a la paz y la reconciliación”, sostuvo el ministro de Justicia, Teodoro Ribera según el propio medio de comunicación. Desde el reinicio de la democracia en 1990, el Estado chileno ha tenido cuatro comisiones diferentes para reconocer a las víctimas y otorgarles una reparación. En total, sumando los casos de detenidos desaparecidos, ejecutados, torturados y presos políticos reconocidos por estas comisiones -sin considerar los exiliados ni las familias de todos los afectados-, el número de víctimas de la dictadura de Pinochet supera las 40 mil personas, de ellas 3 mil 65 están muertas o desaparecidas entre septiembre de 1973 y marzo de 1990… Ese fue el legado de Augusto Pinochet.

En contraste, Allende siempre será ese símbolo de lucha que pese a haber muerto a sus 65 años, siempre tendrá en el recuerdo ese halo de juventud, pues su frase más recordada siempre será: “Ser joven y no ser revolucionario, es una contradicción hasta biológica”.

“En la sierra mexicana de Nayarit, había una comunidad que no tenía nombre. Desde hacía siglos, esa comunidad de indios huicholes andaba buscando uno. Carlos González, uno de ellos lo encontró de pura casualidad.

“Este indio huichol había ido a la ciudad de Tepic para comprar semillas y visitar parientes. Al atravesar un basural, recogió un libro tirado entre los desperdicios.

“Sentado a la sombra de un alero, empezó a descifrar páginas. El libro hablaba de un país de nombre raro, que Carlos no sabía ubicar, pero que debía estar bien lejos de México, y contaba una historia de hace pocos años.

“En el camino de regreso, caminando sierra arriba, Carlos siguió leyendo. No podía desprenderse de esta historia de horror y de bravura. El personaje central del libro era un hombre que había sabido cumplir su palabra.

“Al llegar a la aldea, Carlos anunció, eufórico: ¡por fin tenemos nombre! Y leyó el libro, en voz alta, para todos. La tropezada lectura le ocupó casi una semana. Después, las ciento cincuenta familias votaron. Todas por sí. Con bailares y cantares se selló el bautizo.

“Ahora tienen como llamarse. Esta comunidad lleva el nombre de un hombre digno que no dudó a la hora de elegir entre la traición y la muerte. ‘Voy para Salvador Allende’, dicen ahora los caminantes”, escribió Eduardo Galeano, en su libro “Memoria del fuego, 1984”.