Por: Miguel Alejandro Rivera
Desde que tengo memoria mi más frecuente actividad era perseguir un balón. A eso que llaman futbol le dediqué años y años de esfuerzo, sudor, dolor, coraje y corazón. Nada, nada me hacía más feliz que anotar un gol o hacer una atajada.
Desde que tengo memoria mi más frecuente actividad era perseguir un balón. A eso que llaman futbol le dediqué años y años de esfuerzo, sudor, dolor, coraje y corazón. Nada, nada me hacía más feliz que anotar un gol o hacer una atajada.
Al soccer como deporte no le puedo reprochar nada, me dio muchas
alegrías y amigos. Conocí lugares, canchas y personas, además del valor que
tiene el trabajo en equipo.
Gracias al futbol soy lo que soy y seguiré jugando en cada
oportunidad que tenga porque este hermoso deporte no se trata de ser famoso ni
millonario, sino de sentir la adrenalina ante el balón y el adversario.
Sin embargo como aficionado últimamente hay algo que me ha
hecho detestar el futbol, y es que, quizá apenas me doy cuenta, el capitalismo
se ha adueñado de él de tal manera que se ha vuelto un espectáculo muy poco
disfrutable. Presiento que quienes se desviven ante el monitor cuando ven jugar,
por ejemplo, a la mediocre selección mexicana, es porque jamás se animaron a
apagar el televisor y pararse en una cancha.
La mercadotecnia que rodea a los jugadores, los equipos y en
general al balompié hace repugnante a lo que debiera ser el espectáculo más
hermoso del mundo. El presidente apoyando a los seleccionados mexicanos que
apenas y rescataron su boleto al Mundial pone peor las cosas, pues para mí,
como seguro para muchos, todo lo que toque ese sujeto se hace despreciable.
El mundial de Brasil se acerca y solamente atiza en mí el
repudio por el futbol espectáculo y mi indignación por las maneras del
capitalismo imperial. La gente protesta en el país sudamericano y solo la
represión puede abrir paso a un deporte que no debería traer más que unidad. Todo
parece ser un montaje y los rumores sobre los arreglos de los resultados, más
por situaciones políticas que deportivas, se hacen más fuertes cuando
recientemente se dio a conocer que rumbo a Sudáfrica 2010 algunos partidos se
amañaron.
Ni hablar de las coincidencias que se dan en México con los
calendarios de la selección de futbol y los eventos políticos. Aunque de por sí
creo que ya no necesitaría ningún distractor para hacer sus perjudiciales
reformas estructurales, el gobierno se empeña en empalmar estos eventos a
manera de cortina de humo verde para que la sociedad se mantenga entretenida
mientras ellos roban al país.
Si de por sí ya lo odiaba, ahora odio más al capitalismo por
quitarme una de las pasiones más grandes que tenía. Jamás lograrán robarme la
emoción que siento cuando toco un balón, pero parece que extinguieron en mí el
enorme placer que antes me embargaba al mirar un buen partido en el estadio o
el televisor.
Solamente yo sé cuánto le di al futbol y cuanto el futbol me
devolvió. Creo que quedamos a manos. Sin embargo extraño ser indiferente a
ciertas cosas para celebrar los goles de la selección de mi país u observar con
gusto el gran nivel de otras selecciones… Quizá no me quede más que apreciar
este deporte como la dulce ficción que es o supongo que existen otras cosas más
reales para compensar ese placer que ahora se me ha convertido en nostalgia.
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