La energía de sus
miradas
Miguel Alejandro Rivera
Cuando él la miraba callaba, cual
conjunto de arena que soporta los pasos de la mujer divina que da razón a su
existencia tan solo con andar. Cuando ella lo miraba, callaba, igual que las
estrellas miran a los mortales desde su silencio universal. Sin embargo sus
miradas vibraban, transmitían y causaban resonancias sordas en el viento.
Tan grande eran las energías originadas
por ambos seres que fue inevitable el fenómeno natural desatado por sus miradas
aquella jornada cuando sus pupilas crearon un puente indestructible e
imperceptible para cualquiera con una vista carente de magia.
La tierra comenzó a vibrar tan
fuerte que toda la humanidad temió haber desatado la furia de Dios por algún
motivo desconocido. Las iglesias se atestaron, las mezquitas estaban a
reventar, cada sinagoga del mundo o donde quiera que la gente se congregara
para alabar a su propio salvador se llenó de almas desesperadas en busca del
perdón.
Todo el mundo tuvo miedo, hasta
la mente con más raciocinio del planeta sucumbió ante el pánico al que obligaba
la situación… pero ellos, ellos dos permanecieron en calma, callados, serenos,
tranquilos y distantes al todo que los rodeaba.
Las vibraciones alteraron las
leyes de la física en todo el universo, y ambos se revolvieron en el aire:
arena y estrellas asemejando volutas de humo emanadas de algún sahumerio
celestial.
Cuando finalmente la calma volvió
al cosmos y todos los seres humanos agradecieron a su Dios, ellos ya se
encontraban muy lejos de este planeta, danzando en el vacío, disfrutando
eternamente de la divina energía que se manifiesta cuando se cruzan sus
miradas.
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