Por: Miguel Alejandro Rivera
En 2018 y 2019, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, y el entonces mandatario de Bolivia, Evo Morales, fueron
participes de cumbres en las que ratificaron los apoyos del país euroasiático
para con la nación sudamericana; en estas reuniones se habló de temas por demás
sensibles para la política bilateral de ambos países, que sin duda causaron
resonancias más allá de sus fronteras.
El primer tema del que se puede
exponer es Venezuela y la preocupación de los mandatarios por un entendimiento
entre la oposición y el gobierno de Nicolás Maduro, al cual ambos aceptan y
legitiman, a diferencia de grandes potencias como Estados Unidos o la Unión
Europea, que incluso en su momento reconocieron a Juan Guaidó como autoridad. El
segundo tema, quizá más delicado, fue el de la cooperación para la extracción
de gas y la exploración de yacimientos de hidrocarburos.
Asimismo, el tercer punto fue
plantear el apoyo técnico para el desarrollo militar de Bolivia, algo que
seguramente molestó mucho a la Casa Blanca; además, el hecho de que también se
dialogara sobre el desarrollo de energía nuclear y la explotación del litio,
pudo ser el colmo para las potencias que están en contra de las políticas
progresistas en los países en desarrollo.
Este contexto es necesario porque
apenas el pasado jueves, el Parlamento Europeo aprobó una resolución común en
la que se considera a la ex presidenta de Bolivia, Jeanine Áñez y a sus
excolaboradores “presos políticos” y se “denuncia y condena su detención
arbitraria e ilegal”. La resolución pide a las autoridades bolivianas que los
“liberen inmediatamente y retiren los cargos por motivos políticos contra
ellos”. También pide “un marco de justicia transparente e imparcial, sin
presiones políticas”, e insta a las autoridades a que “presten toda la
asistencia médica necesaria para garantizar su bienestar”.
A Jeanine Áñez y a quienes fueron
sus ministros, se les acusa de terrorismo, sedición y conspiración; además, a
la ex mandataria se le responsabiliza por el asesinato de más de 30 personas en
la represión de las protestas en contra de su gobierno, uno al que precisamente
el pueblo boliviano le dio la espalda cuando a través del voto popular
devolvieron el mando al Movimiento Al Socialismo (MAS).
Ante la resolución aprobada por el
parlamento europeo, el ex mandatario Evo Morales escribió en su cuenta de
Twitter: “Rechazamos la iniciativa intervencionista impulsada por la extrema
derecha en el Parlamento Europeo que promueve la impunidad frente a las muertes
y las graves violaciones de derechos humanos durante el golpe. Bolivia es un
pueblo libre que ejerce su soberanía con dignidad e identidad”.
¿Qué les molesta tanto a las
potencias? Bolivia fue un país menospreciado durante décadas; con más del 60
por ciento de población indígena, sus costumbres no eran tierra fértil para el
libre mercado, el neoliberalismo o las empresas trasnacionales, siendo un ejemplo
el cierre de McDonald´s en 2002, por la poca aceptación que sus ocho sucursales
tuvieron en el país sudamericano.
No fue sino hasta que en 2006
Bolivia se volvió plurinacional, progresista e incluso una de las economías más
estables de la región, según la Comisión Económica para América Latina y el
Caribe, que los Estados Unidos y otras potencias le prestaron atención y
comenzaron el hostigamiento de mala manera; peor entonces fue la situación
cuando se encontraron grandes yacimientos de litio, por los cuales hasta
magnates como Elon Musk han entrado en polémica tras declaraciones que pudieran
vincularlo, como lo asegura el actual presidente, Luis Arce, al golpe de Estado
que encumbró a Jeanine Áñez en el poder.
Por eso había que hablar de la
reunión entre Putin, Morales y los temas que se trataron, pues no es casualidad
que justo después de estas cumbres deponen a uno de los mandatarios con mayores
logros en la región como lo fue Evo Morales. Historias del presente como esta,
reviven fantasmas del pasado como la doctrina Monroe, las dictaduras en
Sudamérica durante la Guerra Fría, la Escuela de las Américas y la
militarización del continente, el Plan Condor, la Guerra Sucia, entre tantas
artimañas del sistema mundo que ya debieran terminarse.
Sin embargo, si algo positivo
queda de esta experiencia es precisamente el poder que puede tener un pueblo a
través del voto y la congruencia con un proyecto político claro. Luis Arce fue
en gran medida el artífice de la política económica de Evo Morales, la cual
llegó a crecer al menos 4 por ciento anual, según cifras del Banco
Mundial.
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