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martes, 11 de mayo de 2021

Protestas en Colombia; Sudamérica y su lucha contra el neoliberalismo

 


Por: Miguel Alejandro Rivera 

La pandemia por el Covid-19 fue desastrosa para los sistemas sanitarios internacionales, así como para la economía, la educación, el turismo y en general muchos ámbitos de la vida social; sin embargo, algo que detuvo el coronavirus y que dolió mucho, fueron las protestas en América Latina contra un enemigo único al que por fin se le ponía nombre y apellido: el neoliberalismo.

En 2019, los jóvenes chilenos mantuvieron multitudinarias manifestaciones que iniciaron debido al alza en la tarifa del transporte público; sin embargo, al avance de los días, las nuevas generaciones del país sudamericano comprendieron que el problema llegaba a un fondo que decantaba en las políticas impulsadas por la dictadura de Augusto Pinochet a partir de 1973, cuando con un golpe militar de derrocó al entonces presidente, electo en 1970 por vía democrática, Salvador Allende.

En aquel entonces, Chile se convirtió en el laboratorio de los Estados Unidos para aplicar las políticas económicas y sociales del neoliberal Milton Friedman, cuyas teorías fueron pieza clave en la historia del continente para encumbrar el sistema mundo occidental conveniente para la Casa Blanca y sus aliados. Empero, algo que ni el Covid-19 pudo frenar, fue que, en octubre del 2020, se iniciara el proceso para crear una nueva Constitución que sustituyera a la de 1980, precisamente heredada por una dictadura militar que costó miles de asesinados y desaparecidos.

También en 2019, Ecuador fue escenario de protestas que apuntaban al mismo enemigo: cambios económicos neoliberales en la política estatal en materia energética y otros sectores. En el país gobernado por Lenin Moreno, gran parte de las movilizaciones surgieron del sector indígena, jubilados y maestros, pero como en el caso chileno, se presentó fuerte represión policial, generando detenciones arbitrarias, heridos y muertos.

Y ante tales escenarios, ¿cuándo van a entender los gobiernos de derecha que la población rechaza los sistemas en los que todo se privatiza, todos los precios se liberan a gusto de los empresarios, todo está en manos de una oligarquía corporativa cuya máxima preocupación es acrecentar sus ganancias?

Hoy Colombia es el escenario de las manifestaciones más álgidas en el presente latinoamericano; no es la primera vez que Iván Duque sufre de inestabilidad social debido a sus decisiones gubernamentales y, aun así, insiste en activar iniciativas nocivas para la sociedad. El foco primario fue la reforma tributaria, que buscaba gravar la canasta básica aplicándole un Impuesto al Valor Agregado (IVA), así como también aumentar el costo de los servicios básicos (luz, agua, telefonía pública), medidas muy similares a las implementadas por Mauricio Macri en Argentina, lo que decantó en una crisis que le costó la reelección como presidente; es decir, está probado que esas medidas son un fracaso.  

 Ante la crisis que vive Colombia, que ha dejado alrededor de 20 asesinados durante las manifestaciones, instancias internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) o la Organización de Estados Americanos (OEA), ya han condenado los hechos dentro de un discurso que, ha decir verdad, no logra nada. Luis Almagro, secretario general de la OEA, se ha mostrado incisivo en casos donde, a su parecer, la democracia peligra, como por ejemplo, cuando Evo Morales ganó las elecciones de 2019 en Bolivia y se le acusó de fraude, o al criticar constantemente al régimen venezolano; pero ahora que el problema es en Colombia, un aliado clave de los Estados Unidos en la región, no pasa de “condenar” la represión y seguir adelante.

Lo que sucede en Sudamérica es preocupante porque muestra el hartazgo sostenido de una sociedad que no puede más con el sistema que se le ha impuesto; además, la respuesta de los gobiernos sigue siendo la misma: represión policial o militar contra los inconformes. La repetición de las imágenes en las que los manifestantes son violentamente agredidos es la estrategia de sembrar el miedo para quienes aún no salen a las calles, pero consideran hacerlo: la doctrina del shock en su máximo esplendor.

Pero en muchas regiones de América Latina ya es tanto el cansancio o la pobreza que no hay mucho que perder y por eso soportan la represión gubernamental; aunque el fantasma de los falsos positivos en Colombia; de los desaparecidos en la época de las dictaduras de Chile, Argentina, Uruguay, es amenazante, las sociedades del Sur son un ejemplo de coraje y lucha por la dignidad, por su derecho a decir “no”.      

miércoles, 5 de mayo de 2021

El Parlamento Europeo contra el gobierno de Bolivia; el costo de la cercanía con Putin



 Por: Miguel Alejandro Rivera 

En 2018 y 2019, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, y el entonces mandatario de Bolivia, Evo Morales, fueron participes de cumbres en las que ratificaron los apoyos del país euroasiático para con la nación sudamericana; en estas reuniones se habló de temas por demás sensibles para la política bilateral de ambos países, que sin duda causaron resonancias más allá de sus fronteras.

El primer tema del que se puede exponer es Venezuela y la preocupación de los mandatarios por un entendimiento entre la oposición y el gobierno de Nicolás Maduro, al cual ambos aceptan y legitiman, a diferencia de grandes potencias como Estados Unidos o la Unión Europea, que incluso en su momento reconocieron a Juan Guaidó como autoridad. El segundo tema, quizá más delicado, fue el de la cooperación para la extracción de gas y la exploración de yacimientos de hidrocarburos.

Asimismo, el tercer punto fue plantear el apoyo técnico para el desarrollo militar de Bolivia, algo que seguramente molestó mucho a la Casa Blanca; además, el hecho de que también se dialogara sobre el desarrollo de energía nuclear y la explotación del litio, pudo ser el colmo para las potencias que están en contra de las políticas progresistas en los países en desarrollo.

Este contexto es necesario porque apenas el pasado jueves, el Parlamento Europeo aprobó una resolución común en la que se considera a la ex presidenta de Bolivia, Jeanine Áñez y a sus excolaboradores “presos políticos” y se “denuncia y condena su detención arbitraria e ilegal”. La resolución pide a las autoridades bolivianas que los “liberen inmediatamente y retiren los cargos por motivos políticos contra ellos”. También pide “un marco de justicia transparente e imparcial, sin presiones políticas”, e insta a las autoridades a que “presten toda la asistencia médica necesaria para garantizar su bienestar”.

A Jeanine Áñez y a quienes fueron sus ministros, se les acusa de terrorismo, sedición y conspiración; además, a la ex mandataria se le responsabiliza por el asesinato de más de 30 personas en la represión de las protestas en contra de su gobierno, uno al que precisamente el pueblo boliviano le dio la espalda cuando a través del voto popular devolvieron el mando al Movimiento Al Socialismo (MAS).

Ante la resolución aprobada por el parlamento europeo, el ex mandatario Evo Morales escribió en su cuenta de Twitter: “Rechazamos la iniciativa intervencionista impulsada por la extrema derecha en el Parlamento Europeo que promueve la impunidad frente a las muertes y las graves violaciones de derechos humanos durante el golpe. Bolivia es un pueblo libre que ejerce su soberanía con dignidad e identidad”.

¿Qué les molesta tanto a las potencias? Bolivia fue un país menospreciado durante décadas; con más del 60 por ciento de población indígena, sus costumbres no eran tierra fértil para el libre mercado, el neoliberalismo o las empresas trasnacionales, siendo un ejemplo el cierre de McDonald´s en 2002, por la poca aceptación que sus ocho sucursales tuvieron en el país sudamericano.  

No fue sino hasta que en 2006 Bolivia se volvió plurinacional, progresista e incluso una de las economías más estables de la región, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, que los Estados Unidos y otras potencias le prestaron atención y comenzaron el hostigamiento de mala manera; peor entonces fue la situación cuando se encontraron grandes yacimientos de litio, por los cuales hasta magnates como Elon Musk han entrado en polémica tras declaraciones que pudieran vincularlo, como lo asegura el actual presidente, Luis Arce, al golpe de Estado que encumbró a Jeanine Áñez en el poder.

Por eso había que hablar de la reunión entre Putin, Morales y los temas que se trataron, pues no es casualidad que justo después de estas cumbres deponen a uno de los mandatarios con mayores logros en la región como lo fue Evo Morales. Historias del presente como esta, reviven fantasmas del pasado como la doctrina Monroe, las dictaduras en Sudamérica durante la Guerra Fría, la Escuela de las Américas y la militarización del continente, el Plan Condor, la Guerra Sucia, entre tantas artimañas del sistema mundo que ya debieran terminarse.

Sin embargo, si algo positivo queda de esta experiencia es precisamente el poder que puede tener un pueblo a través del voto y la congruencia con un proyecto político claro. Luis Arce fue en gran medida el artífice de la política económica de Evo Morales, la cual llegó a crecer al menos 4 por ciento anual, según cifras del Banco Mundial.