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domingo, 13 de abril de 2014

La energía de sus miradas

Miguel Alejandro Rivera

Cuando él la miraba callaba, cual conjunto de arena que soporta los pasos de la mujer divina que da razón a su existencia tan solo con andar. Cuando ella lo miraba, callaba, igual que las estrellas miran a los mortales desde su silencio universal. Sin embargo sus miradas vibraban, transmitían y causaban resonancias sordas en el viento.

Tan grande eran las energías originadas por ambos seres que fue inevitable el fenómeno natural desatado por sus miradas aquella jornada cuando sus pupilas crearon un puente indestructible e imperceptible para cualquiera con una vista carente de magia.

La tierra comenzó a vibrar tan fuerte que toda la humanidad temió haber desatado la furia de Dios por algún motivo desconocido. Las iglesias se atestaron, las mezquitas estaban a reventar, cada sinagoga del mundo o donde quiera que la gente se congregara para alabar a su propio salvador se llenó de almas desesperadas en busca del perdón.

Todo el mundo tuvo miedo, hasta la mente con más raciocinio del planeta sucumbió ante el pánico al que obligaba la situación… pero ellos, ellos dos permanecieron en calma, callados, serenos, tranquilos y distantes al todo que los rodeaba.

Las vibraciones alteraron las leyes de la física en todo el universo, y ambos se revolvieron en el aire: arena y estrellas asemejando volutas de humo emanadas de algún sahumerio celestial.


Cuando finalmente la calma volvió al cosmos y todos los seres humanos agradecieron a su Dios, ellos ya se encontraban muy lejos de este planeta, danzando en el vacío, disfrutando eternamente de la divina energía que se manifiesta cuando se cruzan sus miradas.   

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